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El crecimiento económico que pueden traer los venezolanos

Por: Dany Bahar dany_bahar


En abril de este año conocí en Cúcuta a Eduardo Espinel, un emprendedor venezolano que le ha dado empleo a más de 30 colombianos y venezolanos a través de cinco restaurantes en la ciudad. Eduardo es un ejemplo del potencial económico que podría tener la integración exitosa del más de millón de venezolanos en Colombia.

La idea de permitir a los inmigrantes venezolanos trabajar en Colombia no solo es un gesto humanitario sin precedentes en el mundo –que llevará a que Colombia sea recordada por su generosidad— sino también una política económica inteligente. Sin embargo, diseñar una estrategia para lograrlo para que se puedan maximizar los beneficios de la integración mientras se mitigan los posibles costos es un reto enorme para el gobierno nacional.

El desafío es quizás mayor con respecto a aquellos venezolanos que han entrado al territorio nacional por vías irregulares, como por ejemplo las 442,462 personas que se registraron en el Registro Administrativo de Migrantes Venezolanos (RAMV), y hoy están en proceso de regularización gracias al generoso gesto de los gobiernos de los presidentes Santos –quien decretó la regularización— y Duque –quien la implementa.

A pesar de que muchos podrían decir que este grupo de migrantes quienes en su mayoría huyeron de Venezuela en condiciones humanitarias delicadas—tienen poco que aportar a la economía colombiana, la realidad es otra. Esta población de migrantes es predominantemente joven: más del 75 por ciento está en edad laboral, y el 83 por ciento de ellos ha completado al menos la educación secundaria. En comparación con la fuerza laboral colombiana, de hecho, los migrantes del RAMV son más jóvenes y más educados.

Numerosos estudios académicos han mostrado que el flujo de migrantes y refugiados no suele tener un impacto significativo en los sueldos y las tasas de empleo de los locales. La integración adecuada de estos venezolanos en la fuerza laboral representa, por ende, una oportunidad para el crecimiento económico de las comunidades receptoras y de el país en su conjunto. Sin embargo, es claro que en muchas de las comunidades receptoras la afluencia de estos inmigrantes ha generado colapsos importantes en los sistemas de salud y de educación.

En ausencia de fondos para invertir –ya que la generosa ayuda que hasta ahora ha otorgado la comunidad internacional simplemente no es suficiente frente a la magnitud del reto que enfrentamos— hay que pensar en otras soluciones. Una solución poco convencional, pero quizás efectiva, es la reubicación voluntaria de los inmigrantes en otras zonas del país donde exista demanda laboral ya sea por compañías existentes o empresas por nacer. De esta forma se podría reducir la presión sobre las regiones fronterizas, y maximizar el potencial económico de estos trabajadores y potenciales emprendedores.

Tal esquema de reubicación debería considerar factores como las tasas de desempleo regionales, el tamaño relativo de los mercados laborales informales y el clima de negocios, entre otros aspectos. En un nuevo reporte lanzado esta semana por el Instituto Brookings en Washington DC, Meagan Dooley, Cindy Huang y yo exploramos estas ideas en detalle. Colombia podría diseñar su propio esquema basado en la propia realidad nacional, y al mismo tiempo aprender de los éxitos y errores de similares experiencias de otras partes del mundo en el pasado.

La diferencia entre la posibilidad de que la inmigración venezolana sea una oportunidad, y no una carga, para Colombia está en la capacidad de integración de estas personas en los mercados laborales con la ayuda de las políticas públicas que se implementen. Hay un caso de estudio particular de un país que desde principios del siglo XX diseño una política migratoria integradora con el fin explícito de revitalizar su economía adelante, y lo logró extraordinariamente.

Durante décadas Venezuela se benefició de la inmigración de cientos de miles de colombianos, y muchos otros inmigrantes latinoamericanos, europeos y asiáticos, entre otros. Más temprano que tarde, Colombia podrá ver los frutos de su política de brazos abiertos. Al abrir sus puertas a la inmigración, Colombia se podrá convertir en una potencia económica regional, tal como Venezuela lo llegó a ser gracias a sus inmigrantes.


*El autor israelí-venezolano es economista del Instituto Brookings en Washington DC, investigador asociado al Centro de Desarrollo Internacional de la Universidad de Harvard y uno de los expertos en el Grupo de Trabajo para Migrantes y Refugiados Venezolanos de la OEA. 


Las opiniones de los columnistas en este espacio son responsabilidad estricta de sus autores y no representan necesariamente la posición editorial de PROYECTO MIGRACIÓN VENEZUELA.

Por: Dany Bahar dany_bahar